
Hace poco charlábamos con un alumno de tai chi chuan sobre lo grande y lo pequeño. Decíamos que lo grande, lo ruidoso, lo espectacular, suelen convocar más atención y reconocimiento que lo pequeño, lo gradual y lo silencioso.
Por ejemplo, nuestro querido Dr. René Favaloro se hizo mundialmente famoso
por perfeccionar la técnica del baipás coronario. Se trata de una operación sumamente compleja y delicada, a corazón abierto, en la que se utiliza una vena o arteria de otra parte del cuerpo para puentear la obstrucción coronaria.
En cambio, el médico que con buenos consejos orienta a su paciente para que lleve un estilo de vida saludable, evitando así obstrucciones coronarias y otras desgracias, es raro que aparezca en los noticieros. Sin embargo, ¿qué es preferible? ¿Prevenir la enfermedad o contraer una que exige cirugía mayor?
En las artes marciales sucede algo parecido. Son más atractivas las peleas con golpes, patadas y sumisiones, pero el artista marcial de más alto nivel suele prevenir la situación de violencia antes de que se desencadene. Hay un cuento que habla sobre esto:
El maestro vivía con sus tres hijos en una pequeña aldea. Un día recibe en su casa a un viejo amigo. Luego de comer, el visitante pregunta al maestro si sus hijos también aprendieron artes marciales. El maestro responde que sí, pero que sus niveles de comprensión eran bien distintos. Para ilustrar lo dicho, el maestro apoya una vasija en el borde superior de la puerta de acceso a la sala y llama a su hijo menor. Al oír la voz del padre, el muchacho corre hacia la sala, abre la puerta con un movimiento enérgico y la vasija cae sobre su cabeza. Pero antes de que llegue al piso, el puño del joven la rompe en mil pedazos.
El visitante se sorprende de la potencia y velocidad del muchacho. El dueño de casa le dice: “este es mi hijo menor; todavía tiene mucho que aprender”. Pone otra vasija sobre el borde de la puerta y llama a su segundo hijo. El muchacho abre la puerta provocando la caída de la vasija, pero antes de que toque su cabeza, la recibe con las manos y la deposita suavemente en el piso.
El maestro dice: “este es mi hijo del medio; aprendió algo, pero todavía le falta”. Vuelve a poner la vasija sobre la puerta y llama al hijo mayor. Este se detiene antes de cruzar la puerta, mira hacia arriba y ve la vasija. Se desliza al interior de la sala sin tocar la puerta y dice: “¿qué desea, padre?”
El maestro dice a su amigo: “este es mi hijo mayor; aprendió bastante”.
Akira Kurosawa recreó esta historia en su inolvidable película “Los siete samurais” (Ver video)
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Autor: Daniel Fresno
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